El campo de refugiados de Kakuma está situado en Kenia, a 840 kilómetros al norte de Nairobi, junto a la frontera con Sudán y Uganda. Se creó en 1992 para acoger a los miles de refugiados sudaneses que huían de la guerra. Ocupaba una extensión de 15 kilómetros de largo por 5 de ancho, sobre un terreno árido y caluroso. En los años siguientes Kakuma empezó a recibir a refugiados de otros 8 campos que se cerraron, hasta convertirse en una comunidad internacional con 40 grupos étnicos, en un área que hoy se extiende sobre 25 kilómetros cuadrados. En el 2000 el campo agrupaba a 72.000 personas; cuatro años después su población se estima en 84.000 refugiados. Pero las cifras siguen aumentado cada mes, con la continua llegada de nuevos refugiados, especialmente desde el sur de Sudán. Este grupo mayoritario supone un 78% de la población de Kakuma, aunque con procedencia de diferentes etnias; los sigue el grupo de somalíes, un 18% del campo. El 4% restante procede de Etiopía, Eritrea, República Democrática del Congo, Ruanda y Burundi. Entre los refugiados se encuentran algunos colectivos más débiles, como las 5.000 víctimas mutiladas de guerra, los más de 1.200 ancianos o las 2.000 mujeres abandonadas. También destaca la población juvenil: un 30% de los integrantes del campo son menores de 17 años. De ellos, 4.000 niños llegaron sin sus familias; se les conoce como "Lost Boys", los "niños perdidos" que huyeron de Sudán sin ayuda de los adultos. |
Una organización compleja A las dificultades del terreno, falto de agua, vegetación y leña, se une el elevado número de refugiados, que durante la última década han producido una gran presión sobre los recursos naturales, hasta el punto de provocar un conflicto con las poblaciones nómadas de la etnia Turkana, que tradicionalmente han habitado esta zona. El acceso al campo de refugiados se realiza por carretera, desde las localidades de Lokichoggio o Lodwar, pero resulta tan peligroso que sólo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y algunas organizaciones de ayuda se atreven a viajar, en un convoy que se desplaza diariamente hasta Kakuma, bajo fuertes medidas de protección. ACNUR tiene la dirección general y la responsabilidad máxima sobre los refugiados, pero cuenta con otras organizaciones que aportan recursos para su supervivencia, entre ellas la Lutheran World Federation, responsable de la organización general del campo y de la distribución de alimentos y agua, así como de la salud, la educación, la seguridad y los servicios sociales; el International Rescue Committee, encargado del hospital y de los programas para mutilados; la World Vision Kenya, que se ocupa de las construcciones; la Cruz Roja, que intenta poner en contacto a los refugiados con sus familias; el Servicio Jesuita de Refugiados o las Escuelas Profesionales Don Bosco. La aportación educativa salesiana El trabajo salesiano se integra con el del resto de organizaciones internacionales. Junto con la atención pastoral que dedican a la población católica, distribuida en diez capillas, los misioneros tienen encomendada la educación y la formación técnica de los jóvenes del campo. Para ello han puesto en marcha tres escuelas profesionales, conocidas como Don Bosco Vocational Training Centres, donde ofrecen cursos de albañilería, mecánica, carpintería, mecanografía, electricidad, soldadura, fontanería, hidráulica, costura y secretariado a alumnos de ambos sexos, entre los 18 y 25 años. Estos estudios están homologados por el Gobierno de Kenia. |
La comunidad salesiana también ha organizado varios centros de formación profesional para mutilados y un programa para que los antiguos alumnos pueden trabajar en tres unidades de producción, de carpintería, metalurgia y costura, que están en el mismo campo. Chicos y chicas ponen en práctica los conocimientos adquiridos y reciben por su trabajo unos ingresos mínimos, que les permiten mejorar su calidad de vida. Además los salesianos han puesto en marcha otro programa, en el que participan Caritas Italia y Caritas España, que establece una serie de micro créditos para que los jóvenes puedan emprender por su cuenta pequeños negocios. Para la formación infantil han constituido 21 escuelas primarias y 3 secundarias. En conjunto la comunidad misionera salesiana ofrece una posibilidad de formación a 22.000 estudiantes, para lo que cuenta con la ayuda de antiguos alumnos de las escuelas salesianas de Kenia, así como de los voluntarios locales o extranjeros que llegan al campo de refugiados. Esta oferta educativa se ha convertido en una razón más para atraer a los refugiados hacia Kakuma, porque además de la seguridad, valoran esta oportunidad de aprendizaje. La lucha por la supervivencia es difícil para los refugiados, incluso en los campos de acogida. Durante la última década nueve millones de personas han conseguido regresar a sus lugares de origen en Afganistán, Camboya, Irak, Mozambique o Myanmar, pero otros muchos siguen en peligro. Sólo con la colaboración internacional es posible mantener una red de ayuda que les permita llevar una vida estable, con tareas cotidianas como la alimentación, la higiene, el cuidado de la salud o el estudio, que devuelvan la dignidad a esos 50 millones de personas que siguen amenazadas. |
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